(Septiembre 2009) La piedra de los monumentos es, normalmente, gruesa e imponenente, porque el material debe representar el heroísmo y la fortaleza y porque éste mensaje debe perdurar en el tiempo. Un uso distinto del granito han planteado los jóvenes arquitectos paisajistas Keith Kaseman y Julie Beckman en su Memorial en el Pentágono: han utilizado un material formado por finas capas para el monumento en memoria de las víctimas del vuelo American Airline 77, que fue estrellado por terroristas el 11 de septiembre de 2001 en el edificio de la dirección militar de los Estados Unidos.
Los arquitectos han cubierto el suelo junto al lugar del atentado con una mezcla de gravilla de granito negro Atlantik Black y amarillento St. Cecilia Gold. Del suelo se alzan bancos cuyo superficie está cubierta por una capa del mismo granito amarillento. Se trata de bloques de piedra de 2,54 cm de grosor y 5 m de largo, cortados con máquinas CNC. El color claro elegido para los asientos se debe a que se calienta menos al calor del sol que los oscuros.
Hay 184 bancos: 59 por las víctimas del vuelo y 125 por las que estaban en el edificio. La forma de los bancos se puede interpretar con un avión que despega o que aterriza. Los bancos se distribuyen en dos direcciones: hacia el edificio y desde el edificio, según donde se encontrase la víctima. Bajo cada banco se encuentra un pequeña charca de agua. El agua se bombea y se retira de cada banco desde una central. Por las noches, la charca se ilumina.
También es interesante la forma en que se han ordenado los bancos. Cada año de nacimiento correspondiente a una víctima, tiene su propia línea. Esta corre paralela a las otras y, juntas, apuntan al edificio. En el centro se encuenta la llamada „Línea-cero“, fabricada a partir de los restos de la fachada del edificio, y que muestra la hora exacta del atentado. Todas estas líneas acaban un muro bajo que las rodea y para el que, a su vez, se han utilizado capas de los mismos dos tipos de granito.
El concepto de los arquitectos paisajistas fue elegido por concurso entre 1200 propuestas de 50 países, y desarrollado después en colaboración con las familias de las víctimas. Esta colaboración se realizó con mucho cuidado, como explica la revista landscape architecture (1/2009). „Nada de llamas, ni aviones, ni banderas, ni soldados, ni ángeles, ni señoras desnudas“, se puede leer en la revista, citando a una veterana del ejército norteamericano que participó en la planificación.
La instalación ha costado unos 22 millones de dólares, en parte porque el terreno tuvo que excavado para conseguir una profundidad de 2 m. También elevó el presupuesto la costosa instalación de agua. La suma se reunió exclusivamente a partir de fuentes privadas, incluyendo la participación de algunos supervivientes.
El autor del artículo en la revista, lamenta que el camino que va desde la estación de metro y el párking sea tan largo, y describe sus impresiones: „Oyes el crujido de tus pasos en la grava de color canela, el zumbido del tráfico en las carreteras cercanas, el murmullo del agua por todos lados, y el rugido de los aviones que vuelan bajo.“
KBAS, Keith Kaseman and Julie Beckman